La fama de Kimberly Clark Weymouth —una pequeña ciudad en la que siempre nieva y donde Louise Feldman ambientó el clásico infantil La señora Potter no es exactamente Santa Claus— permitió a Randal Peltzer abrir una exitosa tienda de souvenirs.
Cada día, la ciudad recibe a lectores de la excéntrica escritora y, a regaña dientes, vive de ella. Pero ¿qué pasaría si, harto de un destino que no ha elegido, Billy, hijo de Randal, decidiese cerrar la tienda para mudarse a otra ciudad? ¿Podría Kimberly Clark Weymouth permitirse dejar de ser el lugar que ha sido siempre y convertirse en otra cosa? Esta novela pretende hacer saltar por los aires la sola idea de la existencia del relato, o del relato único de aquello que somos, porque si algo somos es una infinidad de posibilidades.