Los poemas de Manuel Vilas (Barbastro, Huesca, 1962) tienen argumento, igual que los boleros en cuyas venturas y desventuras nos vemos reflejados. Decía Robert Musil que el argumento es la sombra de la novela (tanto da decir de la poesía) como el dolor es la sombra de la enfermedad. Añadimos de nuestra cosecha que no se puede vivir sin dolor, pero menos aún sin sombra. Léase Roma como la sucesión de sombras provocadas por los movimientos de un hombre que intenta reencontrarse con su alma en las peluquerías, tiendas, mercadillos, hoteles, iglesias, freidurías, restaurantes, calles y callejones de la ciudad eterna y aledaños.