En enero de 1976, Alberto Magagnin fue condenado a prisión por asesinato. En 1993, en pleno y caluroso verano paduano y durante el régimen de libertad condicional, Magagnin desaparece sin dejar rastro. Es entonces cuando su abogada, Barbara Foscarini, decide recurrid a un investigador privado: Marco Buratti, apodado el caimán, amante del blues, bebedor compulsivo de calvados y expresidiario con siete años de injusta encarcelación sobre sus hombros.