«En otoño de 2011 Manolo García Salabert tenía sesenta y cinco años, diecinueve novelas publicadas y la determinación de darse muerte por sobredosis de paracetamol en el plazo máximo de un año, tiempo suficiente para escribir una última novela memorable.
Era a la vez un plan suicida y un proyecto de inmortalidad».
Tras veinte años publicando bajo el heterónimo de Pablo Tusset y otros que no mencionaremos, David Cameo se retira del oficio de novelista y retira también del mercado toda su obra anterior. Y lejos de hacerlo en silencio, el autor de Lo mejor que le puede pasar a un cruasán proclama su disidencia, esta vez muy en serio, a través de un entrañable personaje, Manolo García Salabert, un viejo autor de novelas detectivescas que se atreve a desafiar las nuevas consignas de la cultura oficial.
Novela siempre en avance, guiada por una simplicidad zen que, sin embargo, configura un eficaz mecanismo de relojería emocional.