Al atardecer, el anciano Harry Stevens sale del «campo», la parte más antigua del cementerio de Paulstadt, donde pasa sus jornadas. Le parece oír hablar a los muertos, aunque sólo capta unas cuantas palabras. ¿Discuten sobre la vida, ahora que son capaces de juzgarla en todos sus aspectos, o recuerdan el pasado con nostalgia? ¿Hablan de la muerte, de lo que significa perecer, o siguen quejándose como cuando estaban vivos? Veintinueve personajes fallecidos -gente sencilla de Paulstadt: obreros, comerciantes o empleados en alguna de las tiendas de Markstrasse y sus callejones laterales- pueblan estas páginas conmovedoras y escenifican el gran teatro de la vida y la muerte, formando un panorama insuperable de sentimientos, vidas y pasiones.