Las protagonistas de Ejercicios de inmovilidad experimentan un amargo distanciamiento del mundo que las rodea: aquejadas de una paralizante indolencia, algo parece ausente de las vidas de estas galeristas, escritoras, musas y cuidadoras, condenadas a la reclusión en inquietantes espacios liminales. La destilada voz narrativa de Sónia Hernández, heredera de la mejor literatura del absurdo, construye una realidad tangible que funciona como asidero de las palabras, dando forma a turbadores relatos que se adentran en los meandros de la fantasía y testimonian la destreza de una narradora nata.