Hay vidas reales cuyo tejido parece formado por hilos exclusivamente literarios. Tal es el caso de la escritora Sylvia Plath, nacida en Boston en 1932. Desde sus años de estudiante, Sylvia demostró una voluntad incuestionable para lograr la perfección en todo aquello que se proponía alcanzar; tal vez este intenso afán de superación fue la causa de su intento de suicidio cuando, en 1953, no pudo seguir un curso de taquigrafía y fue rechazada para asistir a un cursom literario de verano. Superó esta primera gran crisis vital y, al poco tiempo, marchó a la Universidad de Cambridge como estudiante becada. Allí conoció al poeta inglés, Ted Hughes. Se iniciaba para ambos una época de proyectos; vida y literatura volvían a fundirse. La esperanza duró seis años: ted abandonó a Sylvia Plath y a los dos hijos del matrimonio cuando conoció a una escritora judía menos extremista -en el sentido profundo de la palabra- que su esposa. Sylvia no pudo superar su problemática existencial: la escritora puso fin dramáticamente a su vida en febrero de 1963; transcurrido un mes de la publicación de su única novela.
Contaba 31 años de edad.
Su obra literaria consta de algunos libros de poemas ("The Colossus", "Ariel", "Crossing the Water", "Winter Trees") y de una novela ("La campana de cristal").
Si hay vidas, como la de Sylvia Plath, que se nutren fundamentalmente de la sustancia literaria, es necesario que alguien se ocupe de ellas para que el lector tenga el retrato completo del artista y del personaje. Ese es el tranajo que ha llevado a buen término la profesora Linda W. Wagner-Martin: su biografía de Sylvia Plath cierra, vital y literariamente, el arco descrito por una mujer que vivií por, para y en la Literatura. En mayúscula.