Una palabra basta para que los animales que Roland ama dibujar, cobren vida. Mediante trazos simples, cargados de expresividad (la huella de André Francois), y mágicas palabras, esta joya publicada fue por primera vez en 1958.
Este sitio web utiliza cookies, tanto propias como de terceros, para mejorar su experiencia de navegación. Si continúa navegando, consideramos que acepta su uso. Más información