La niña Luna duerme en lo alto del cielo, sobre las nubes. Cuando se despierta, estornuda, se le caen las pecas y se iluminan las estrellas. Se baña en la playa y las olas brillan. Persigue murciélagos e ilumina callejones. Y se acerca a una ventana, descubre a un muchacho y le cuenta una nana de buenas noches.
Pedro Mañas explora poéticamente un paisaje o fenómeno de la naturaleza, pero con una vuelta de tuerca: la voz poética es la del propio elemento natural personificado en un niño. Así, en cada libro conoceremos a la niña Luna, al niño Bosque o a la niña Tormenta.