El Bosque descansa en una madriguera y deja huellas de hierba por donde pisa. Al saltar sobre las piedras para cruzar el río, estas suenan como teclas de piano; el Bosque, como la Luna, tiene su propia música.
Pedro Mañas explora poéticamente un paisaje o fenómeno de la naturaleza, pero con una vuelta de tuerca: la voz poética es la del propio elemento natural personificado en un niño. Así, en cada libro conoceremos a la niña Luna, al niño Bosque o a la niña Tormenta.