Pocos autores como Charles Dickens supieron capturar el temblor que provoca lo sobrenatural cuando irrumpe en lo cotidiano. En estos cuentos desfilan espectros atormentados, apariciones entre la niebla, viajeros que encuentran más de lo que buscaban y presencias que se materializan donde menos se las espera. Una galería de sombras que surge, siempre, al anochecer. Porque para Dickens no hay Navidad, ni invierno, ni tertulia perfecta, sin un buen relato de fantasmas. Aquí están los mejores: historias que estremecen, que despiertan esa mezcla de inquietud y placer que solo puede producir el sonido de unos pasos donde no hay nadie, un golpe seco en una puerta cerrada o una figura que se desvanece cuando giramos la cabeza.
Para leer al anochecer es un compendio magistral del Dickens más espectral y escalofriante. El Dickens que conocía como nadie el arte de ponernos los pelos de punta mientras nos hace sonreír. El Dickens de las casas en penumbra, de los pasos en la niebla y de las presencias que nunca descansan.