Aunque Wilhelm Busch, ese niño grande del que sus padres quisieron hacer un ingeniero y les salió pintor y escritor, aseguraba que su vida no era tan importante como la de un alcalde, Busch es más recordado que muchos alcaldes. Su fama comenzó con la publicación de Max y Moritz en 1865. Su editor le convenció de que las hazañas de Max y Moritz tenían gracejo suficiente para hacer una edición con destino a lectores de 8 a 80 años. Y no le faltaba razón, pues años después se comprobó que los niños que habían gozado oyendo los pareados en boca de sus padres, volvían a divertirse recitándolos para sus hijos.