En la Italia del siglo XIV Petrarca se erige, con Dante y Boccaccio, como uno de los tres pilares de una nueva era en Occidente marcada por el humanismo. Al redescubrir la tradición de los clásicos latinos, el poeta del Cancionero se distanció de la teología e hizo del ser humano el principal interés del saber. Y precisamente su obra epistolar escrita en latín contribuyó a plantear ese proyecto inédito.