Desde su aparición en Polonia, El rey de las Dos Sicilias fue saludado como un chef d'œuvre que confirmaba la reputación del autor como al mayor novelista polaco contemporáneo, de un rango no inferior a aquellos legendarios «tres mosqueteros», Witkiewicz, Schulz y Gombrowicz.
La acción de El rey de las Dos Sicilias —cuyo título corresponde al nombre de un regimiento de la caballería austríaca— se sitúa en el momento del asesinato del archiduque Francisco Fernando, el 28 de junio de 1914, que desencadenó la Primera Guerra Mundial. La novela es un extraordinario fresco de una civilización agonizante, la evocación del fin de la monarquía austro-húngara que supuso también el fin del siglo XIX.
El destino del imperio de los Habsburgo se refleja aquí en la suerte del héroe, Emil R., joven oficial austríaco, vástago frágil de la gran burguesía ilustrada de Viena. Esteta refinado y perverso, se sabe condenado a causa de su pasión por su hermana Elizabeth, inolvidable figura de mujer-niña dominadora e inquietante. En la zigzagueante intriga de este libro —que evoca un sutil mosaico, una antigua tapicería— aparece un asesinato enigmático: el de una joven prostituta zíngara en una ciudad que alberga al regimiento de Emil R. ¿Acaso dicha muerte ha servido para saciar un amor incestuoso?
Este réquiem grandioso por una civilización muerta está escrito con un estilo poético de un esplendor y un barroquismo sensual incomparables; expresa además, una concepción simultaneísta de la realidad, acorde con ciertas técnicas cinematográficas en su voluntad de mostrar el encadenamiento implacable y la interdependencia de todos los elementos de la realidad.
Es, a la vez, la exaltación de lenguaje, del mundo, de la historia... y la destrucción o, mejor, su volatilización absoluta. Lo irónico y lo trágico se flanquean; el culto romántico de la inmadurez se funde con la pintura minuciosa de la decadencia.