«Es posible leer Los años falsos y El libro vacío como relatos íntimos, más bien reacios a dimensiones mayores, pero ese énfasis sería injusto, pues en los bellos libros de Josefina Vicens la intimidad es una condena, el último y obligatorio refugio ante un espacio hecho pedazos. Los personajes quisieran integrarse al mundo, pero el único modo que tienen de hacerlo es reconociendo su soledad radical, su subterránea y definitiva locura».
Prólogo de Sara Mesa.