Los jardines de cada cultura representan el esfuerzo por sublimar la tierra y sus productos más allá de su carácter utilitario, concentrando en un determinado espacio bellezas florales y verdores perennes destinados al reposo y la contemplación. Si la caligrafía nos revela el arte de detener el tiempo mediante escuetas muescas, signos e ideogramas, el arte de la jardinería aparece entre los hombres para sacralizar un espacio y acotar una aspiración: la voluntad de dominio sobre la naturaleza a la par que la captura de un agua que, al fluir por canales simétricos, contraste con el desorden de los ríos y el ritmo aleatorio de la lluvia. En cierto modo cada jardín se cierra al mundo externo para abrir, en cambio, el cauce imaginario del hombre hacia regiones de frescura y ensueño.
Conocer los principales rasgos de una cultura implica observar los trazos de su caligrafía, recorrer sus jardines y oír su música. La letra, el parterre, la nota; son conquistas propias a la vez que regalos para los demás, obras de arte cuya expresión atraviesa los anales, los mitos y las crónicas. Los seis relatos de este libro reconstruyen esos cotos de placer que alguna vez fueran erigidos en Persia o Japón, Andalucía, Italia o Francia, por el esfuerzo de pocos y para el placer de muchos. Con frecuencia, el gozo que querían proporcionar se asienta sobre el crimen y la disputa, la violencia y el amor, el espíritu de competencia o la simple devoción. En este hermoso libro, Mario Satz, el celebrado autor de "La música de las esferas" o "El alfabeto alado", nos revela que en el afán por volver a la condición adánica que cada jardín estimula vemos desplegarse lo mejor del talento humano.