Con El guitarrista, los lectores percibiran una inflexion, tal vez un nuevo registro, en su trayectoria literaria, lo cual, ya de por si, reserva alguna grata sorpresa añadida a la calidad y gratificacion que nos tiene acostumbrados: la coincidencia inicial que acerca de un modo asombroso el autor al narrador que cuenta, desde la madurez, sus años de formacion. Emilio, un adolescente obligado a trabajar por las mañanas como aprendiz de mecanico en un lobrego taller y a estudiar por las tardes en una academia, vive esos años decisivos como un laberinto de instantes, de promesas en sus encuentros con los tipos a los que su madre alquila una habitacion. Pero, un dia, aparece su primo Raimundo, que vuelve de Paris y le cuenta sus exitos como guitarrista de flamenco. Emilio se deja arrastrar por el señuelo de la vida bohemia que este le promete y aprende a tocar la guitarra con la esperanza, que no la conviccion, de escapar del taller y las clases. Lo que no puede imaginar es que su recien adquirida pericia con las cuerdas le pondra en contacto con la mujer de su patron, Adriana, una joven despampanante y extrañamente fatal, a quien se ve obligado a dar clases de guitarra. Emilio intuye que su vida puede caer en una trampa aun mas traicionera que la del propio taller, pero gustoso acepta por una vez el reto que se le presenta.