En las calles del Brooklyn de principios de los setenta, donde todavía no se perciben indicios de gentrificación, tiene lugar un ritual diario: lo llaman la danza. El dinero cambia de manos, se entregan pertenencias, el poder prevalece. La violencia está en todas partes, es una moneda de cambio. Para cualquier chaval (ya sea mulato, negro o blanco) la calle es el escenario donde exhibir su fuerza, sus debilidades y sus vergüenzas, mientras los demás actores se esconden entre bastidores: padres, policías, obreros, libreros, propietarios de viviendas; los que escriben los titulares, las historias y las leyes; los que dan nombre al barrio. A simple vista, las reglas se adivinan obvias, pero bajo el prisma de la memoria no está claro quién es víctima y quién delincuente. Las puertas de un vecindario, convertido hoy en oasis para ricos, se abren para mostrar, bajo la resplandeciente fachada de sus edificios, historias pasadas y presentes.
Escrita con la ambición y el talento de un autor consagrado y en estado de gracia, Brooklyn, una novela criminal es un impresionante tour de force que se cuestiona cómo creamos historias para contener lo incontenible: nuestro remordimiento por el mundo que hemos creado.