Yuko tiene una sensibilidad poco común: puede ver cosas que otros no ven y adivinar los deseos y pensamientos de quienes la rodean. Al cumplir catorce años, esa sensibilidad se agudiza y todo adquiere matices misteriosos. En una academia de pintura, aprende a asignar un color a cada estado de ánimo; Kyu, su profesor, mayor que ella, le enseña. Un día, solo él verá, como ella, a un extraño hombrecito verde que emerge del tallo de una planta del aula. Así comienzan meses cruciales para Yuko, suspendida entre lo real y lo imaginario, descubriendo la agitación del corazón y las dificultades de hacerse adulta.