Para Maurizio Lazzarato, la obra duchampiana no se opone a la institución artística ni tampoco se sitúa dentro del arte; su obra es el testimonio de un rechazo puro y simple de hacer arte y de comportarse como artista. El "anartista" Duchamp ataca así las asignaciones sociales, la producción, el culto al genio y la apología del trabajo en general, inscribiéndose en continuidad con un movimiento obrero de reivindicaciones anti-laborales.
Mediante la "acción perezosa", Duchamp abre a otra ética y a otra antropología de la modernidad: atacando los fundamentos del trabajo, intenta operar una transformación de la subjetividad, inventando así nuevas técnicas de existencia y nuevas maneras de habitar el tiempo.