Pío Baroja ya existía en las excursiones familiares de la niña Soledad Puértolas, pero cuando lo empezó a leer y a estudiar en profundidad se fue haciendo amiga del novelista que cuidó exquisitamente a los personajes femeninos, esas mujeres melancólicas y únicas, que trazó con «un respeto esencial». Desde su primera obra editada, El Madrid de “La lucha por la vida”, hasta Lúcida melancolía han transcurrido más de cuarenta años de «silenciosa» amistad entre la autora y Baroja.