Salir de clase, llegar a casa, saludar a tu madre, decirle que saldrás un rato con la vieja pandilla -esa que desde que empezasteis la ESO ya apenas habla contigo-, asearte, darle mil vueltas a lo que vas a ponerte, fingir que no estás contando los minutos, convencerte de que lo que está a punto de ocurrir no va a ser lo más importante que te ha ocurrido en mucho tiempo, en caso de que realmente ocurra...
Hay tardes que lo cambian todo. Y la que describe esta historia es una de ellas.